martes, 14 de agosto de 2012

Crece el gasto militar en América latina


Sin amenaza de guerra a la vista en América latina, una fiebre de inversiones en armas en la región refleja que varios países priorizan la búsqueda de poder militar a la atención de graves emergencias sociales, señaladas por expertos como la mayor causa de inestabilidad política en la región.
En diez años, y hasta 2003, los países sudamericanos aumentaron sus gastos militares en un 24%, según un estudio del Instituto Internacional de Estudios de Paz (Sipri), con sede en Estocolmo. Llamativamente, es el mismo nivel de incremento que se produjo en América del Norte, donde Estados Unidos lleva adelante una guerra global al terrorismo con un poderío militar nunca visto.
Las graves crisis económicas y las fuertes convulsiones sociales que se vivieron en la mayor parte de la región en los últimos años no tuvieron mayor impacto en la cuenta de gastos militares. Con casi la mitad de los latinoamericanos viviendo en la pobreza y sin que se registraran enfrentamientos armados, el año pasado la región destinó a sus fuerzas armadas 21.800 millones de dólares, una cifra muy superior a los 17.600 que se gastaba en 1994, según el Sipri.
"La causa para que el armamentismo no se reduzca en América latina está en los problemas de gobernabilidad y la inestabilidad política que vive la región", dijo a LA NACION David Alvarez, investigador de Flacso en Santiago, Chile. "Es cierto que la mayor parte de los países latinoamericanos necesita fondos para atender urgentes cuestiones sociales, pero nada garantiza que lo que no se gaste en armas va a ir a programas sociales y no va a perderse en otros asuntos del Estado, o en la corrupción", consideró Alvarez, para quien es necesario "un acuerdo general entre países y medidas de confianza mutuas" para bajar el nivel de armamentismo.
"Hoy no existe una carrera armamentista, y tampoco se ve un incremento disparatado año por año. Pero hay países que invierten en armas porque buscan un liderazgo, y eso genera una competencia", sostuvo. Según los analistas militares, esa "competencia" se traduce en demostraciones de poder bélico entre países que tienen asuntos fronterizos pendientes (Chile, Perú y Bolivia); mantienen una relación política tirante (Colombia y Venezuela), o los que disputan el liderazgo regional (como ocurrió en algún momento con Brasil y la Argentina, que hoy cede ese lugar a Chile).
Luego de que la Argentina adquirió a los Estados Unidos 36 aviones A-4M Skyhawk, reacondicionados, Brasil realizó una compra similar con el mismo tipo de aeronave (fueron 20 A-4M Skyhawk), destinados a operar en la nueva estrella de sus fuerzas armadas: el portaaviones São Paulo, que comenzó a operar en 2001.
Mientras la crisis económica llevó a la Argentina a una reducción paulatina de su capacidad armamentista, Brasil se dispone a concretar la compra de 12 jets cazabombarderos por 700 millones de dólares -que forman parte de un plan a largo plazo por más de 3000 millones de dólares para la fuerza aérea- e intenta la adquisición de un segundo portaaviones.
Chile, que cuenta por ley con fondos de la exportación de cobre para financiar la compra de armas, ha realizado adquisiciones en forma continua en los últimos años. Compró 200 tanques Leopard y dos submarinos Scorpene. Y despertó recelos en la región con la incorporación a su fuerza aérea de 10 aviones F-16 estadounidenses, a lo que sumará cinco fragatas -cuatro holandesas y una inglesa- que llegarán al país trasandino entre este año y 2007.
Pese a que una reciente investigación del Banco Mundial concluyó que "el gasto militar elevado reduce significativamente el crecimiento económico" y puede distraer recursos destinados a programas de desarrollo, el año pasado las exportaciones de armas a países de América latina, Asia, Africa y Medio Oriente totalizaron el 66 por ciento de las ventas mundiales de armamento. Se trata de las mismas regiones donde mil millones de personas sobreviven con menos de un dólar por día y casi 800 millones sufren de hambre crónica, según datos de las Naciones Unidas.

LLAMADO toledo

"La pobreza es muy extensa en América latina como para estar pensando en altos gastos militares. Hoy parece algo anacrónico", dijo a LA NACION Carlos Tapia, un reconocido analista político peruano. "En Perú se han reducido las inversiones en defensa en los últimos años, pero es necesario lograr acuerdos regionales para bajar el gasto militar y que no se generen sospechas sin sentido", aseguró.
El presidente peruano, Alejandro Toledo -uno de los que sufren hoy una bajísima popularidad por la falta de respuesta a las demandas sociales-, fue uno de los primeros líderes latinoamericanos que llamó -en especial a Chile- a reducir los niveles de gasto en armamento para destinar más fondos al desarrollo. Sin embargo, luego de no haber sido escuchado, Perú también se encamina a sumarse a la competencia armamentista. En marzo último el gobierno anunció la compra de cuatro fragatas misilísticas a Italia, lo que pareció una reacción orientada a no perder terreno frente a las nuevas adquisiciones de Chile.
Mientras tanto, con un frente interno delicado -por la amenaza de la guerrilla y el narcotráfico-, Colombia ha reaprovisionado a sus fuerzas armadas, en especial desde la puesta en marcha del Plan Colombia, impulsado por Estados Unidos, que incluye un presupuesto de 1700 millones de dólares para equipamiento. Este año, el presidente Alvaro Uribe anunció la compra de 40 nuevos tanques para el ejército mientras su gobierno ya no oculta que ahora debe cuidarse del peligro potencial que representa una Venezuela liderada por Hugo Chávez. A su turno, el propio Chávez respondió que también se dispone a poner en marcha un plan de inversión a largo plazo para reequipar a las tres fuerzas armadas. 

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